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9/4/10

Elogio al Tio Pedro

El  lunes en la noche cuando iba hacia el gimnasio recibí una llamada de mi hermana y aunque pude haber dejado que la llamada se fuera al buzón de mensajes ya que la pude haber contestado después de hacer ejercicio, algo me dijo que la contestara inmediatamente.  Al ver el número de teléfono en el identificador de llamadas sentí que algo no andaba bien, no sé, cualquier otro día pudo haber sido una llamada común y corriente, tal vez una de tantas que son para pedir direcciones de cómo llegar a un lado (suelo ser el mapa de mi hermana), pero esta vez no, la hora, el día, el sentir extraño en el pecho, la ansiedad aquella, me hizo contestar la llamada.  Al contestarla, note la voz de mi hermana quebrada, una voz entre cortada en pedacitos de aquello que no se puede explicar al tratar de alcanzar algo que está a punto de irse y que jamás se podrá recuperar.  Luego inicia diciéndome que el tío Pedro estaba siendo transportado por una ambulancia al hospital porque lo habían encontrado en su coche sin respirar y que no sabía qué hacer, quería ir al hospital en ese momento, pero el llanto no la dejaba.  Sin pensarlo dos veces, gire el volante de mi auto en dirección contraria y le dije a mi hermana que iba para allá a recogerla y entonces le pedí que mantuviera la calma.  Al colgar, ya estaba cerca del parque que esta frente a mi casa y de pronto cambio mi realidad del mundo, mi rutina, todo aquello que de repente es normal en la vida cotidiana.  Sentí un dolor profundo y algo me dijo que este era el final del tío Pedro, no pedí una pronta recuperación en mis oraciones, pedí una paz eterna para él y que Papá Dios lo cuidara mucho.  Llegue a casa, mi esposo estaba por salir con mi hija y noto mi semblante, salió del coche y me pregunto qué estaba pasando.  Solo le dije que tenía que estar con mi familia, le conté lo de la llamada y me fui.  Luego me llamo mi hermana para decirme que no sabía cómo decirle esto a la abuela.  Decidimos no decirle nada hasta confirmar el estado de salud del tío, aunque yo sabía dentro de mí que ya no estaba en la Tierra.  El tramo del sur de la ciudad hasta el norte, el lugar donde estaba mi hermana fue de lo más largo y eterno, embotellamientos, ambulancias por todos lados, más accidentes de lo usual, el sol en su ocaso: todo parecía una ciudad en caos, como si alguna gran tragedia hubiera ocurrido.  

Pase por mi hermana, nos dirigimos hacia el hospital y recibí otra llamada, era la prima Lillie que entre sollozos me dijo que su papá había fallecido y que la abuela ya lo sabía.  Entonces la serenidad que había llegado conciliar dejo de existir y me preocupe por el estado de la abuela.  Al minuto habla la abuela al teléfono de mi hermana y le pide que se salga del trabajo ya, que pida permiso de salir, que vaya a casa y ya más no se le pudo entender entre sollozo.  Mi hermana cuelga y me dice “vamos por ella”.  Durante aquel tramo, no sé cuantas llamadas más hicimos y cuantas más recibimos, solo sé que aquel sentimiento de impotencia y de tristeza se esparció como pólvora de boca en boca por un aparato electrónico.  Al llegar a casa por la abuela, ella y mi sobrino tenían los ojos hinchados.  Nos fuimos al hospital y en el tramo aquel la abuela empezó a narrar una historia bella, de la vida de su primogénito, de las experiencias que vivió con él, de sus llamadas diarias y sus conversaciones largas, de sus recuerdos de su San Miguelito, de sus aventuras, de sus trabajos duros en la pizca, de la vida en Estados Unidos, de sus confidencias, de aquello que tenia triste al tío, de aquello que lo tenía deprimido, de los sueños que aun tenía, de aquello que nunca fue.  Narró su última conversación con el tío un día antes, sus preocupaciones y su esperanza fallida de vivir tal vez un poco más.  Todo aquel tramo solo escuche fragmentos de anécdotas que como en una película hicieron una historia de una persona que fue tan querida.  Al llegar al hospital llego la triste realidad y la abuela se despidió con todo el dolor del mundo de su primer y muy querido hijo.  Yo esperando que me pudiera escuchar le di las gracias por todo, por ser quien fue, por sus bromas, por sus consejos, por su ayuda.  Fue triste ver a su familia reunida, dolida, desolada…
Los días siguientes pasaron pero ya nada se sentía igual, solo el tiempo viajando en un estado de shock sin aun poder asimilar lo que había pasado.  Luego llego el velorio y un día antes decidí escribir un elogio.  Me senté, cerré los ojos y me transporte a tiempos pasados con el tío Pedro, lo que más recordaba de mi niñez y mi adolescencia con él.  Tanto recuerdos…me puse a pensar como la mente y el alma son las únicas fuerzas tangibles que tenemos para revivir a alguien aunque no esté aquí y de cómo gracias a eso, cada uno de nosotros que convivió con el vivieron anécdotas muy suyas, muy estrechas, muy especiales.  Cada uno de nosotros recordara el preciso momento y el preciso lugar y lo que estaba haciendo cuando recibió esa llamada tan desafortunada.  Cada quien va contar como fue todo aquello después de la llamada y las observaciones y reflexiones hechas en ese lapso de tiempo.  Lo mágico de todo es que el tío Pedro toco la vida de todos de alguna u otra forma y lo genial de esto es que todas esas experiencias son las que nos unen y las que han hecho que estemos presentes en el funeral para darle el ultimo adiós.  Después de mis reflexiones y acompañada de música de Marcos Witt y Martin Valverde, empecé a escribir el elogio.  Mientras lo escribía entonces si llore, llore y llore y mi corazón me indico que escribiera lo más trascendental de él, algo resumido.  Sin embargo, es difícil resumir en pocas palabras a un hombre al que se podría describir de tantas maneras con tantas palabras y con tanto elogio. 

Elogio al tío Pedro Sep-2-2010:

El tío Pedro fue una persona trabajadora, disciplinada,  generosa, honesta y de palabra.  Fue un hombre apasionado de todo tema que tuviera que ver con la política y la historia.  Su pasión por la historia, sobre todo la historia de su tierra natal México, era digna de admirarse y de discutir también (recuerdo alguna vez haberlo hecho enojar a propósito porque le mencione que yo iba a votar por Manuel Lopez Obrador en México y me dio un sermón de 3 horas para convencerme que mi decisión no era la apropiada, a final de cuentas le dije que solo estaba bromeando y por si tenía alguna duda de quién era mi candidato preferido, el termino por hacerme desistir de tan siquiera considerarlo.  En cuanto a la historia ni se diga, se sabía al revés y al derecho todos los grandes acontecimientos de la historia de México, sobre todo de la revolución y las décadas a partir de tal suceso.  Miren ustedes las casualidades, este año se celebra el bicentenario de México y se celebra a todos aquellos mexicanos que han contribuido a este país, yo pienso que el tío Pedro fue uno de ellos porque al menos contribuyo en compartir sus historias y su pasión por su tierra tan querida.  El charlar con el Tío Pedro era charlar de anécdotas de dónde creció, de sus experiencias trabajando en este bello y generoso país y de sus ideales.  Don Pedro como algunos lo llamaban, era una persona muy inteligente y brillante a pesar de sus cortos estudios y pienso que si él hubiera tenido la oportunidad de cursar la universidad, hubiera llegado muy lejos y hubiera expresado su sentir, sus ideales, sus creencias y su conocimiento de historia y política con más elocuencia.  Tal vez hasta hubiera sido político, pero no subestimemos sus logros, que fueron tantos para ser el primero de su generación y como primogénito en salir de su natal San Miguelito para buscar un futuro mejor para su familia de este lado y para jalar al resto de la familia Ruiz hacia adelante. 
Como tío, fue una persona cariñosa, bromista y juguetona.  Siempre bromeaba acerca de las cualidades o de los no tan agraciados defectos de las personas en nuestra familia, digamos que no era tan sutil en ciertas ocasiones, pero a como hacia reír.  Sus bromas eran indiscriminada a todos, incluso a la bisabuela que aun vive, a ella le decía:   “No le da vergüenza que yo me vaya a morir antes que usted!”, a lo cual la bisabuela respondía con risas y carcajadas.  De niña tuve la suerte de convivir con él, siempre me daba mis domingos antes de ir a misa y me trato, me regaño y me aconsejo como a otra de sus hijas.  A él le debo en gran parte bastante lo que soy y mi superación.  Siempre fue la mano derecha de la familia, el mayor, algo así como el “God Father”’ o el Padrino de la mafia o de “esta familia”.  Tenía gran influencia en las personas y su opinión era la decisión final.  

 Hoy el cielo ha ganado un ángel mas en el cielo, hoy San Pedro le ha abierto las puertas a su tocayo Pedro y si por si cualquier cosa no lo quiso dejar entrar, seguramente el Tío Pedro le dio un sermón de aquellos, hasta lograr persuadirlo de que está en su digno y santo derecho y que se ganó a ley su lugar en el cielo.  A mi tío Pedro: Hoy puedo decir que me siento privilegiada de haber sido tu sobrina, de haber vivido y compartido contigo muchas anécdotas y de haber conocido a un hombre verdaderamente honesto y generoso, ya que mucho aprendí de ti.  Descanse en paz, tu sobrina que te quiere.


El funeral del tío Pedro estuvo lleno de gente que le apreciaba y faltaron muchos más que no pudieron acompañarle.  Entre los elogios que recibió de parte de otros familiares, se menciono que el tío Pedro era tan terco, pero tan terco que hasta pudo morir como él lo quiso (en paz, sin sufrimiento y sin intervención médica), que fue un gran pilar de la familia Ruiz-Cerda y que su legado iba a quedar marcado en todos los que tuvimos el privilegio de convivir con él.  También se menciono que su casa siempre estuvo abierta para todos por su generosidad y por lo tanto fue la sede central y el punto de reunión de la familia.  El semblante del tio Pedro reflejaba mucha paz, encima del féretro se coloco una silla de caballo ya que le gustaba mucho el campo y su rancho de San Miguelito y los asistentes presenciaron una muestra de diapositivas de fotos de su vida que mostraron su labor, su cariño y sus sonrisas hacia los demás y que mostraron sus facetas como padre, esposo, hijo, hermano y tio ejemplar.  El entierro fue el más triste, el cortejo fúnebre fue conformado por sus hermanos, hijo y yerno.  Una de sus sobrinas le canto dos canciones de despedida y su hijo pronunció unas últimas palabras de despedida, agradecimiento y oración.  Sin duda se le va a extrañar. 


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