Pareciera que la navidad deber ser
una época de paz y de tranquilidad, que prepara nuestros sentidos y nuestra
existencia para celebrar algo especial, pero no es así.
Los que celebramos la navidad en el
mundo, somos bombardeados desde finales del mes de octubre con publicidad de lo
que “debe ser la navidad”. En las tiendas de mayoreo, se pueden apreciar
los pinos artificiales navideños y paquetes de luces en los estantes. El
“coco-wash” del marketing inicia desde entonces a invadir nuestras mentes con
imágenes de adornos que lucirían espectaculares en la sala o en el comedor de
nuestras casas. Yo acepto que he sido víctima de este “coco-wash”
desmesurado. Hay personas que deciden forrar sus casas con luces y hasta
hay competencias para ver qué casas tienen más luces. Hace poco vi una
entrevista en la TV, en la que un terrestre de una de estas competencias decía
que si las luces no se veían desde el espacio, era mejor no entrar a la
competencia. También están las personas que exhiben estrés navideño
porque tienen que comprar regalos y les falta tiempo y dinero para cumplir con
esa lista enorme. Luego están aquellos papas que deciden comprar toda la
juguetería, por aquello de que los hijos no vayan a tener un trauma de por vida
o en su caso un berrinche por no recibir el regalo que pidieron a San Nicolás.
El ir al centro comercial es un
caos, hay tráfico y embotellamiento por doquier y la paciencia de los conductores
digamos que no representa el espíritu navideño, sobre todo cuando el claxon
repentino te hace saltar de tu asiento o cuando los conductores se insultan con
palabras creativas y coloridas en medio del tráfico. Al llegar a los
centros comerciales no hay estacionamiento y te encuentras con que el espacio
al que le echaste el ojo, te lo acaban de ganar (#*$%!). También está el
estrés de la dietas, pues se llegan las fiestas de la temporada y hay que lucir
el vestido rojo para impresionar a todas las amistades en la posada. Las
posadas ya no son posadas, solamente son “fiestas” donde todos se ponen a
bailar y a tomar hasta ponerse hasta las chanclas. Todo esto, es nuestra
preparación para la navidad. En medio del caos, del estrés, de los excesos
y de las apariencias, pensamos que en realidad estamos preparándonos para la
navidad, olvidándonos de su verdadero sentido.
En realidad, al
ver tantas luces y adornos navideños a nuestro paso, deberíamos de hacer una pausa mental y
reflexionar sobre el verdadero significado de la navidad. Hace tiempo, pase por
una epifanía mental en medio del caos, todo se detuvo en cámara lenta a mí
alrededor y me pregunte si todo lo que estaba haciendo, en realidad nos estaba
preparando para la verdadera celebración de ese día tan especial. Desde entonces, el centro de nuestros adornos navideños
es un pesebre y una corona de velas que encendemos cuatro domingos antes de la
navidad; realizamos actividades de adviento con nuestros hijos para sembrar en
ellos conciencia del verdadero significado de esta celebración y así apartarlos
de falsas expectativas de lo que las influencias externas nos imponen.
PD. Gracias a Mi Familia Magazine por publicar este artículo en su revista.
http://www.mifamiliamagazine.net/2014/12/el-verdadero-significado-de-la-navidad/