Hoy es mi último día en Moscú y además de ir a comprar algunos recuerdos por el barrio de Arbat, pasar por última vez por el Kremlin y la Plaza Roja, y tomarme un café en el GUM, pues voy a llevarme unas cuantas reflexiones de regreso a casa.
Ayer visite el Parque Victoria, un lugar majestuoso al norte de la ciudad de Moscú. Su grandeza no es tan impresionante como el Kremlin por su arquitectura, pero sí lo es por sus distinguidos monumentos al heroísmo y el idealismo soviético. Este parque celebra el patriotismo y las victorias bélicas de los rusos. Sus monumentos grandes son representaciones del poder militar y del ingenio tecnológico y científico. Sus estatuas de misiles, tanques, soldados y escenas de guerra, reflejan la era del desarrollo nuclear y guerras pasadas. Los de cohetes reflejan la contribución espacial al mundo, y aquellos monumentos de personas inertes narran las historias de valor, lucha y el sacrificio de su gente. En general, las sociedades erigen monumentos a sus ideales y a su patria, aquí en Rusia, en América y en China. Son monumentos de orgullo patriótico, para rendir honor a quien honor merece. Pero este parque se excede en su ponencia y te hace partícipe de lo que cada estatua cuenta.
Los rusos están muy orgullosos de sus victorias, de su raza, de su religión ortodoxa, de su ateísmo, de su cultura y de su ideología política. El tiempo que estuve aquí me sirvió para conocer más a fondo como es que los rusos son tan diferentes y a la vez tan parecidos a nosotros. El convivir con profesionistas rusos, ingenieros de la Agencia Espacial Rusa Rococosmos, doctores que me atendieron por cuestiones de salud, y amistades que conocí, me di cuenta que una vez pasando las fronteras de los "rostros largos y fríos" de los rusos, en realidad son personas bastante cálidas, y de buen humor además de ser indiscutiblemente cultas e inteligentes.
Descubrí porque al llegar a Moscú, nadie sonríe en las calles y nadie es capaz de regresar una sonrisa, al contrario, emiten una expresión perpleja como preguntándose si acaso te falta un tornillo además de adivinar que eres extranjero. Mi amigo Artiem me ha contado que a ningún desconocido se le sonríe y es una cultura que se ha creado a partir de la mentalidad de "desconfianza", la ideología de la Unión Soviética. Rusia a pesar de ser un país grande y extenso, y a pesar de tener varias etnias y diferencias culturales a lo largo de su territorio, es un país unido por la gran convicción de ser ruso y mantener sus fronteras aisladas. Por lo tanto, mantenerse al margen de otras culturas afuera de su territorio es casi una prioridad individual además de nacional.
Descubrí la gran honestidad del ruso, un tanto franca pero amable y la manera de discutir con voz alta y enojo algún tema para luego cerrar la conversación con una broma, una sonrisa y un saludo. Toque fondo al percatarme de que la frase “How are you?” (¿Cómo estás?) en ingles y que tanto se utiliza en Estados Unidos para saludar a alguien que te encuentras de paso, tiene un significado totalmente diferente en este lado del mundo. En Estados Unidos, se usa para saludar más que para preguntar de manera genuina como va tu vida o cómo estás de estado de ánimo. En Rusia, se utiliza para demostrar que en realidad te importa la persona. Ya en otro de mis escritos pienso elaborar más sobre esto. Pero efectivamente, fue tal mi sorpresa al hacer esta pregunta a mis colegas rusos escuchar una respuesta poco alentadora cada vez que lo hacía: “How are you?” a lo cual normalmente me respondían: “No tan bien, igual que ayer, dos tres, sobreviviendo, etc” seguido por la razón de su estado de ánimo. En Estados Unidos siempre se escucha una respuesta uniforme: “Good!”. Por lo tanto aprendí a saludar solamente con un “buenos días o buenas tardes” y preguntar “¿Cómo estás?” a aquellos con los que en realidad desarrollé una relación estrecha durante mi estancia.
Rusia es un país que sufrió muchas penumbras y se formo a partir de gente que sufrió grandes tragedias sociales. Parece que en su pasado, siempre fue un país de lucha interna, de los pobres luchando contra la dinastía de los Zares para obtener pan y proveerlo a sus hijos. Y es por eso que de alguna manera entiendo cómo es que el comunismo se genero a partir de estas luchas. Parece que siempre existió una disparidad social e injusta y esto orillo a una lucha por repartir las riquezas entre los más necesitados. Y bueno, a final de cuentas el comunismo parece no haber funcionado, porque después de su colapso los ricos se hicieron más ricos y los pobres más pobres (situación latente en países como México). Tan solo el caminar por las calles se puede apreciar la brecha social y aquel empeño por mantener las apariencias en recompensa de las carencias sufridas bajo el régimen comunista. Chicas con ropa entallada y zapatillas de tacón alto portan su vestimenta extravagante a pesar de las inclemencias del frio, y a pesar de las resbalosas caídas sobre el hielo, buscan estar al último grito de la moda para quedar a la par con las chicas de Milán o de Paris; el maquillaje, los peinados y el manicure no se digan, son absolutamente necesarios. También es fácil subirse a un Mercedes-Benz conducido por un taxista , el cual compro con todos sus ahorros, a pesar de carecer cosas básicas en casa. Pero en Moscú, ¡todos son taxistas con tal de ganar algunos rublos! Es común pedir un aventón a cualquier extraño, quien te deja en la avenida más cercana de tu destinación final (puede ser a unas 10 cuadras o menos si tienes suerte) si le queda de paso y mientras le pagues los rublos que negociaste. Después de la caída del comunismo, parece que todos tienen un afán exacerbado por las apariencias y los excesos. Las grandes avenidas, albergues de vehículos lujosos o no, cuyo recorrido despliegan la arquitectura antigua del lugar en contraste con los grandes cartelones de Niké, Dolce & Gabana y McDonald’s, parecen ser autopistas del Grand Prix. Estas avenidas tienen puentes peatonales subterráneos, ya que los conductores no acostumbran ceder el pase al peatón. Estos túneles son conglomeraciones de pequeños comercios y la oportunidad del pasante para comprar un amuleto ortodoxo, algún disco pirata, una ushanka o alguna bufanda por si se te olvido la tuya en casa y una oportunidad para pedir un piroshki calientito con té negro para llevar.
Mis colegas rusos siempre hablan de la Unión Soviética de una manera un tanto melancólica. Cuentan que había más orden, menos crimen, más respeto y valores, y la riqueza estaba mejor distribuida entre su población. También cuentan del cielo azul y despejado de la primavera y el verano a comparación de las chimeneas de humo que hoy lo cubren. Pero luego a veces hablan de los males de tal era; las casas empobrecidas, la ración de comida, la falta de víveres, la censura extrema, las persecuciones, etc. Es como si los rusos estuvieran partidos en dos, y esto es más común entre la población de mayor edad, porque la joven ya es víctima de la modernización y de la influencia europea y americana. Los colegas cuentan que en Moscú hace apenas 10 años las cosas empezaron a cambiar en esta ciudad. Antes no había agua potable en botellones como ahora, no había gasolineras y eso explica la eficacia de su metro. Cuentan que para solo obtener leche, tenían que formar largas líneas, ya que los proveedores la traían de las provincias rusas en pipas y solamente unas cuantas veces al mes. Cuentan también que en Moscú antes se podía ver el sol durante los días soleados, sin nubes de contaminación, y las calles se podían cruzar sin correr el peligro de ser atropellado.
La mujer en Rusia tiene un doble papel en la sociedad. A diferencia de otras culturas, la mujer Rusa es de carácter fuerte y juega un gran papel en la familia, su rol es el de una matriarca respetada. Las Babushkas (abuelas) son de gran respeto, tanto en la familia como en la sociedad. Siempre se le deja un asiento a la Babushka en el metro o en el transporte público, siempre se le da la mano, se le abre la puerta, se le escucha. La mujer Rusa es imponente además de poseer belleza, dice lo que piensa y tiene posiciones de trabajo que apenas hace tiempo se han abierto en Estados Unidos. La Babushka siempre ha sido la proveedora del pan en casa. Ha sido interesante visitar los museos en Moscú y ver como la mujer siempre ha formado un gran papel en su historia. Sin embargo, la mujer tiene otro rol, que en los países tanto Europeos como en Estados Unidos se ven como humillantes. La mujer joven es vista como un objeto sexual, hay reportes constantes de abusos sexuales en lugares públicos, y tiene que realizar su vida bajo el escrutinio machista del hombre ruso. Es por eso, que muchas mujeres optan por casarse con extranjeros para salir del país. Aunque en tiempos actuales, se ha ido disminuyendo este fenómeno y ahora muchas jóvenes optan por quedarse.
Moscú ha cambiado mucho, es una ciudad que nunca duerme. Los supermercados están abiertos las 24 horas, el metro funciona todo el día, los clubs y discotecas cierran hasta las 6 AM, y parece que hay tráfico día y noche. Moscú parece nunca dormir y es una ciudad extravagante y deambulan te, con contrastes en cada esquina, con algo que ver por donde sea...es como Nueva York, Paris, Roma, Tokio...solo que tiene algo diferente y no sé si son sus grandes pancartas, sus anuncios en cirílico, sus grandes luces o la arquitectura soviética. Tal vez es una combinación de todo que la hace diferente. A pesar de las diferencias, los moscovitas tienen mucho en común con nosotros. Mi amigo Artiem es un padre de familia joven, siempre al cuidado de sus hijas y de su esposa, siempre hablando de la importancia de su familia, de sus padres y de los valores. Siempre preocupado por su bienestar. Amigables con los extranjeros una vez conociéndolos, bromistas, alegres con su música tradicional y gustosos de hablar ingles o intentar hablar español u otro idioma.
En realidad los rusos no son tan diferentes a nosotros. Nos unen más cosas que las que nos dividen, aunque hablemos un lenguaje diferente, seamos de color diferente y tengamos ideales diferentes y a pesar de que su territorio este más aislado y más lejano física y mentalmente. Ellos nos juzgan igual como nosotros solemos hacer, por medio de estereotipos un poco tontos y fuera de la realidad, pero tienen sentido. Una vez aclarados los estereotipos, se convierten en buenos amigos, te invitan a sus "datchas", comparten sus tan famosos "blinis" hechos en casa y en una velada inolvidable entre conversaciones y risas comparten su vodka hasta el amanecer.
Mientras escribo esta reflexión tomando un chocolate ruso en Shokoladnitsa (una cadena rusa de cafés tipo “Starbucks”) acompañado por un blini con salmón, champiñones y crema, me tomo un vaso de agua para aliviar el empalago adictivo del chocolate tan espeso y dulce como la miel. Adicionalmente de un postre, acompañada por el humo asfixiador despedido por los cigarros fumados por los clientes de al lado, los abrigos colgados, el diseño ecléctico y acogedor del lugar, los vidrios empañados, los carámbanos de hielo adornando la fachada exterior y lo que resta de la nieve negra en las aceras para complementar los contrastes, concluyo lo siguiente:
En realidad no somos tan diferentes y eso es lo mejor que aprendí durante este largo viaje.